Quizá uno no puede decidir no vivir con miedo. Al menos no en una ciudad como ésta en la que se está expuesto a la violencia en más de un sentido y en el que sobrevivir no es una hipérbole. Hay quienes lo intentan, escucho a tanta gente decir que evade las noticias de la televisión o del periódico. Pero debe resultar difícil porque allí están, acechando, los titulares de los diarios que venden en las esquinas o el noticiero radiofónico anunciando el número de muertos recientes; los comentarios de la mañana en la oficina: a alguien más le han robado el auto, han secuestrado a un familiar, han visto a un ejecutado en la ruta hacia el trabajo o han matado a alguien cercano. Porque en esta ciudad a todos nos han matado a alguien.
Vivir sin miedo, así, por el simple hecho de no experimentarlo no puede ser una elección unilateral. Tendría que cambiar la situación en nuestra ciudad, en nuestro país. Esa problemática compleja que tiene como base la desigualdad social y los niveles de corrupción del gobierno en México.
En estos tiempos que corren sé que no puedo elegir no tener miedo. Lo tengo. No sólo eso, puedo hablar de todos los registros del miedo que se traducen en mí en crispación o en insomnio.
No puedo elegir no tener miedo pero sé que puedo elegir que el miedo no me paralice. Que no me detenga de tal modo que no pueda exigir y proponer, sentarme en una mesa donde por fin se abra el diálogo y comiencen a cambiar las cosas. Elijo el movimiento antes que el estatismo porque elegiré siempre la solidaridad antes que la indiferencia. La vida antes que la muerte violenta.
Este 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía, un grupo numeroso de personas, ante la invitación de Diálogo y Acción ciudadana, nos congregamos frente al kiosko de la plaza de armas. Escritores, músicos, artistas plásticos, gente de diversas profesiones y oficios, sumados a aquellos que suelen pasear los domingos por el centro histórico, leyeron y escucharon poesía. Fue una tarde fresca, casi fría, de inicio de primavera, aún así hubo quienes se quedaron hasta el final del evento. La invitación era para compartir, a micrófono abierto, un poema con los transeúntes que estuvieran dispuestos a escucharlo. Y vaya que los hubo. Sus miradas de asombro y entusiasmo son parte de esos pequeños paraísos que uno recoge. Fue la celebración de la poesía, pero ante todo, estoy segura, era la poesía la que celebraba la vida.
Hace unos días, me encontré con un amigo en el autobús y le extendí la invitación. Le hablé de los proyectos futuros de movilización pacífica ciudadana y las ideas que se han ido generando. Él es cantautor, tiene mucho en esto de manera individual. “Yo pensé que estaba solo”, me dijo mirándome fijo. “Somos muchos solos”, le respondí. Es momento de reconocernos y comenzar a organizarnos.
Liliana Pedroza
Chihuahua, Chih. a 22 de marzo de 2010.
Fotografía: Jenny Zapata
Todos nos sentimos solos, muchos creemos que es problema de cada quien, y creo que es un problema que tenemos como mexcanos... no somos unidos, solamente en la gran, gran desgracia, temblores, catastrofes... pero ese sentir lo tenemos todos, al menos todos los que preferimos la paz y la "Justicia" en su "justa" concepción.
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