viernes, 20 de julio de 2012

Mujeres rojas

Por Linda Flores (@Magnolisima)


“Contemplando mis pies recordé mi danza, mi traje rojo,
y volví a mirar el trigo y la nieve…era un círculo de fuego,
y sobre aquel círculo un hombre daba vueltas pisando las llamas
 y apagándolas con los pies.
Siempre pienso en ella: mi preciosa rueda ardiente.”
Nelli Campobello


Hace una semana conocí parte del trabajo de la artista Elina Chauvet, ella montó una instalación colectiva en la Plaza Hidalgo de la ciudad de Chihuahua. Básicamente su obra consiste en trazar una ruta con zapatos rojos (ya sean rojos desde siempre, o de otro color, y pintados de rojo para no desentonar con la idea conceptual). 
El sentido de su pieza me conmovió bastante, primero, por que hace denuncia por la grave situación de violencia que viven las mujeres, y, después, por que se permite llegar a la reflexión de lo que implica la ausencia de las mujeres en la sociedad. Al momento de ayudar a trazar la ruta de zapatos recordaba a Maricela Escobedo, una madre que buscaba justicia por el feminicidio de su hija Rubí. A Maricela la asesinaron en el 2010 en las puertas del Palacio de Gobierno. Mientras apoyaba en la instalación me tocó pintar unos zapatos; unos tacones morados, y venía a mi mente Susana Chávez, una asesinada más, a la cual recordaba como feminista, poeta y activista. 
Elina nos contó que su pieza nació en el proceso de duelo por su hermana asesinada en ciudad Juárez, y que desde el 2009, ha conseguido los zapatos mediante donaciones de mujeres y hombres consientes de la importancia de denunciar la realidad violenta en la que vivimos. Esta idea me hacía refrendar lo que vengo creyendo desde hace tiempo, es en la vulnerabilidad de las mujeres de donde surge realmente su fortaleza, y es en el dolor donde Elina encontró fuerzas y una herramienta de denuncia; con su pieza toma posesión de lo que pasa en la realidad partiendo del presente, no solamente hablando de su hermana, si no hablando de todas las desaparecidas y asesinadas, sin embargo, al expresar algo tan iracundo como la desaparición y el feminicidio, es conmovedor ver como su idea es entendida desde una óptica sumamente poética frente a la crueldad y la ignominia.
La pieza Zapatos Rojos permite explorar lo que significa el silencio, logra llenar de sentido espacios aparentemente vacios. Los zapatos se entienden como el lenguaje posterior al cuerpo, cuerpo entendido como depósito de memoria. Y al ver los zapatos vacios, se hace indiscutible la importancia de mantener en la memoria colectiva lo ocurrido a las mujeres. Si entendemos la memoria como un elemento no estático, capaz de recorrer travesías, en palabras de Paul Ricoeur, la memoria es el vínculo original de conciencia con el pasado, y es nuestro compromiso social dar testimonio de lo ocurrido, y tratar en la medida de nuestras posibilidades que ya no se repitan los sucesos.


Imagen de Mariela Castro.

Es impactante ver como Elina consigue darle salida al dolor, y cómo con sus zapatos rojos, logra romper con los discursos totalizantes establecidos y aceptados: aislamiento, violencia de género, represión, e indiferencia de la población. A la par de ver su pieza es inevitable remitirse a mujeres que han sido catalogadas como mujeres que han escrito, caminado, pensado y vivido en rojo: Nelli Campobello, Patricia Ariza, Nieves Mateo, y muchas otras.
Juntar los nombres de Nelli, Patricia, Nieves, y Elina, me hace citar a Toril Moi cuando afirma: “Tradicionalmente, a las mujeres se les ha negado el derecho de crear sus propias imágenes de feminidad, y se han visto, en cambio, obligadas a conformarse con los modelos machistas que se les imponen.” Sin embargo, estas cuatro mujeres en sus contextos propios, lograron ir más allá de lo que Virginia Wolf llamó “Cuarto propio”, ellas lograron ubicar su pensar en el agora, o sea, hacer públicas sus ideas y convertirlas en asunto –y problema- de todos, y con este hecho se cumple de nuevo con lo que las feministas consideramos es un adagio: lo personal es político, y hay que hablar de lo personal para cambiar lo político, y sin temor a equivocarme, creo que es con el arte que se puede regresar a lo profundo de nuestra alma a esas hijas, hermanas, madres, y amigas, que han sido arrebatas de nuestras vidas dejando un vacío al que tenemos la necesidad de darle sentido.


Imagen de Mariela Castro.



Para más información sobre el trabajo de Elina Chauvet en Chihuahua, escríbenos a  chihuahuasintemor@gmail.com

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