“Contemplando mis pies recordé mi danza, mi traje rojo,
y volví a mirar el trigo y la nieve…era un círculo de
fuego,
y sobre aquel círculo un hombre daba vueltas pisando las
llamas
y apagándolas con
los pies.
Siempre pienso en ella: mi preciosa rueda ardiente.”
Nelli Campobello
Hace
una semana conocí parte del trabajo de la artista Elina Chauvet, ella montó una
instalación colectiva en la Plaza Hidalgo de la ciudad de Chihuahua.
Básicamente su obra consiste en trazar una ruta con zapatos rojos (ya sean
rojos desde siempre, o de otro color, y pintados de rojo para no desentonar con
la idea conceptual).
El sentido de su pieza me conmovió bastante, primero, por que hace denuncia por la grave situación de violencia que viven las mujeres, y, después, por que se permite llegar a la reflexión de lo que implica la ausencia de las mujeres en la sociedad. Al momento de ayudar a trazar la ruta de zapatos recordaba a Maricela Escobedo, una madre que buscaba justicia por el feminicidio de su hija Rubí. A Maricela la asesinaron en el 2010 en las puertas del Palacio de Gobierno. Mientras apoyaba en la instalación me tocó pintar unos zapatos; unos tacones morados, y venía a mi mente Susana Chávez, una asesinada más, a la cual recordaba como feminista, poeta y activista.
El sentido de su pieza me conmovió bastante, primero, por que hace denuncia por la grave situación de violencia que viven las mujeres, y, después, por que se permite llegar a la reflexión de lo que implica la ausencia de las mujeres en la sociedad. Al momento de ayudar a trazar la ruta de zapatos recordaba a Maricela Escobedo, una madre que buscaba justicia por el feminicidio de su hija Rubí. A Maricela la asesinaron en el 2010 en las puertas del Palacio de Gobierno. Mientras apoyaba en la instalación me tocó pintar unos zapatos; unos tacones morados, y venía a mi mente Susana Chávez, una asesinada más, a la cual recordaba como feminista, poeta y activista.
Elina nos contó que su
pieza nació en el proceso de duelo por su hermana asesinada en ciudad Juárez, y
que desde el 2009, ha conseguido los zapatos mediante donaciones de mujeres y
hombres consientes de la importancia de denunciar la realidad violenta en la
que vivimos. Esta idea me hacía refrendar lo que vengo creyendo desde hace
tiempo, es en la vulnerabilidad de las mujeres de donde surge realmente su
fortaleza, y es en el dolor donde Elina encontró fuerzas y una herramienta de
denuncia; con su pieza toma posesión de lo que pasa en la realidad partiendo
del presente, no solamente hablando de su hermana, si no hablando de todas las
desaparecidas y asesinadas, sin embargo, al expresar algo tan iracundo como la
desaparición y el feminicidio, es conmovedor ver como su idea es entendida desde
una óptica sumamente poética frente a la crueldad y la ignominia.
La
pieza Zapatos Rojos permite explorar lo que significa el silencio, logra llenar
de sentido espacios aparentemente vacios. Los zapatos se entienden como el
lenguaje posterior al cuerpo, cuerpo entendido como depósito de memoria. Y al
ver los zapatos vacios, se hace indiscutible la importancia de mantener en la
memoria colectiva lo ocurrido a las mujeres. Si entendemos la memoria como un
elemento no estático, capaz de recorrer travesías, en palabras de Paul Ricoeur,
la memoria es el vínculo original de conciencia con el pasado, y es nuestro
compromiso social dar testimonio de lo ocurrido, y tratar en la medida de
nuestras posibilidades que ya no se repitan los sucesos.
Imagen de Mariela Castro.
Es impactante
ver como Elina consigue darle salida al dolor, y cómo con sus zapatos rojos,
logra romper con los discursos totalizantes establecidos y aceptados: aislamiento,
violencia de género, represión, e indiferencia de la población. A la par de ver
su pieza es inevitable remitirse a mujeres que han sido catalogadas como
mujeres que han escrito, caminado, pensado y vivido en rojo: Nelli Campobello,
Patricia Ariza, Nieves Mateo, y muchas otras.
Juntar
los nombres de Nelli, Patricia, Nieves, y Elina, me hace citar a Toril Moi
cuando afirma: “Tradicionalmente, a las mujeres se les ha negado el derecho de
crear sus propias imágenes de feminidad, y se han visto, en cambio, obligadas a
conformarse con los modelos machistas que se les imponen.” Sin embargo, estas cuatro
mujeres en sus contextos propios, lograron ir más allá de lo que Virginia Wolf
llamó “Cuarto propio”, ellas lograron ubicar su pensar en el agora, o sea,
hacer públicas sus ideas y convertirlas en asunto –y problema- de todos, y con
este hecho se cumple de nuevo con lo que las feministas consideramos es un
adagio: lo personal es político, y hay que hablar de lo personal para cambiar
lo político, y sin temor a equivocarme, creo que es con el arte que se puede
regresar a lo profundo de nuestra alma a esas hijas, hermanas, madres, y amigas,
que han sido arrebatas de nuestras vidas dejando un vacío al que tenemos la
necesidad de darle sentido.
Imagen de Mariela Castro.
Para
más información sobre el trabajo de Elina Chauvet en Chihuahua, escríbenos a chihuahuasintemor@gmail.com
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