Por: Liliana Pedroza
En México el próximo 1 de septiembre será el sexto y último informe presidencial de Felipe Calderón Hinojosa en el que tendrá que dar cuenta por las más de 60 mil muertes violentas dentro de la llamada guerra contra el narcotráfico que inauguró su mandato. El tráfico de drogas es un asunto añejo a conveniencia y demanda de sexenios anteriores y de política exterior; el enfrentamiento con armas de fuego de policías federales y militares contra presuntos integrantes de la droga en espacios públicos, no.
En enero de 2010 fueron asesinados una treintena de jóvenes durante una fiesta en Villas de Salvárcar, un barrio de Ciudad Juárez. Felipe Calderón desde Japón declaró que se trataba de una riña entre pandilleros cuando en realidad eran estudiantes de entre 15 y 20 años que celebraban un cumpleaños en una casa particular. Calderón tuvo que disculparse por su declaración e inmediatamente surgió una reunión exprés en la ciudad fronteriza para tratar la problemática de la violencia. Luz María Dávila, madre de dos hijos asesinados se pronunció ese día ante él y su imagen se repitió en los noticieros durante días: “Discúlpeme, señor Presidente, yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es”. En esa reunión se debatió, se escuchó la opinión de expertos y de la ciudadanía. De eso han pasado dos años y medio y la violencia en Ciudad Juárez sólo se ha recrudecido.
Felipe Calderón tendrá que dar cuentas sobre los padres que en medio de la búsqueda de justicia por sus hijos asesinados o “desaparecidos” también fueron asesinados. Como el caso de Marisela Escobedo muerta enfrente de Palacio de Gobierno de Chihuahua en diciembre de 2010 o Nepomuceno Moreno asesinado en noviembre de 2011. Las amenazas de muerte a Norma Andrade fundadora de la organización “Nuestras hijas de regreso a casa” que denuncia los feminicidios en Juárez. O las recientes intimidaciones a la defensora de Derechos Humanos Lidia Cacho que la han forzado a marcharse del país.
Felipe Calderón se va. ¿Dónde estará su residencia después de su mandato? Mientras, millones de mexicanos en el norte de México tendrán que seguir viviendo día a día dentro de una guerra que no hemos pedido y que de pronto, en tan sólo unos años, nos ha vuelto huérfanos de padres, de hermanos, de amigos. Aquella mañana de febrero mientras veíamos en la televisión a Luz María enfrentarse a Calderón no sospechábamos que también estaríamos como ella lamentando nuestro propio difunto y relatando, incrédulos, una muerte violenta. “No le puedo decir bienvenido”.
Contradiscurso
Este 1 de septiembre también un grupo numeroso de escritores con sede en más de 140 ciudades de 25 países en 4 continentes nos reuniremos en un acto pacífico como proclama a la no violencia en México en un recital literario llamado Escritores por Ciudad Juárez.
Leeremos porque la literatura es una trinchera digna donde combatir la ignominia y la indiferencia. Porque con ello manifestamos nuestra solidaridad a las víctimas: les damos peso, nombre, dolor, desde el dolor que podemos entender desde nuestras circunstancias. Porque nos reconocemos y nos acompañamos en este trayecto largo que es la reconstrucción de la paz en México y en todo lugar donde se duerma, se viva y se respire con el sonido de una balacera.
En Ciudad Juárez, en el norte de México, hay millones de personas que salen de casa todos los días sin saber si ellos o su familia regresarán vivos. Y entre ellos hay quienes han organizado una biblioteca en su barrio, inaugurado salas de lecturas para niños, leen en los parques y en el transporte urbano. Saben que la literatura salva porque es un espacio en el que uno existe en todas sus posibilidades.
Para ellos es este recital, para acompañar a hombres y mujeres que en su diario trabajo se esfuerzan por una ciudad donde se pueda vivir con dignidad, donde salir a la calle sin miedo sea un acto cotidiano otra vez.
Publicado previamente en: http://portal.ajintem.com/noticias-espana/54-noticias-nacionales/86673-todos-somos-ciudad-juarez.html
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