Pbro. Camilo Daniel Pérez.
El pasado martes, 16 de agosto, se llevó a cabo un acto conmemorativo de las 13 personas masacradas hace tres años en el Poblado de Creel, un bebé de cuatro meses entre ellas. Se llevó a cabo una marcha por el poblado con aproximadamente 200 personas hacia el lugar de la masacre donde se ha construido la “Plaza de la Paz”. Ahí se celebró la Santa Misa presidida por el Padre Javier Ávila, única persona que ese fatal día acompañó a las víctimas, coordinó las acciones de levantamiento de los cuerpos y consoló a las familias de los masacrados ante la total ausencia de las autoridades. Después de la Misa se hicieron varias intervenciones de solidaridad hacia las familias que han sufrido tan terrible tragedia para, finalmente, colocar una placa conmemorativa al centro de la plaza con el nombre de las 13 víctimas.
Creo que en las siguientes palabras del Padre Javier Ávila está expresado el sentido de este acto conmemorativo: “Es necesario recuperar la memoria porque sin ella no sabríamos quiénes somos… Las autoridades le apuestan al olvido. Nosotros le apostamos a la memoria… Otro año más sin justicia y sin verdad. ¿Dónde están la justicia y la verdad? Mientras tanto nosotros aquí seguimos… Es importante sabernos acompañados, sabernos solidarios. Hoy apreciamos más el valor de la fe, el valor de la esperanza, el valor de la vida… No podemos permitir que los muertos de hoy sepulten a los muertos de ayer. Tampoco podemos permitir que los muertos se vayan apilando uno encima de otro y acaben siendo meras estadísticas… Los muertos tienen nombre, tienen apellido, tienen familias… nuestros muertos mueren cuando dejamos de nombrarlos…”
Esta es la gran verdad que se ha hecho una vez más presente en Creel. Ésta es la verdad que incomoda a las autoridades que “le apuestan al olvido” para eximirse de la responsabilidad de más de 50,000 muertos por una guerra absurda, una guerra mal planteada, pues no se trata de resguardar al Estado sino de cuidar y preservar la vida de los ciudadanos. Felipe Calderón piensa que la delincuencia es un reto a la fuerza del Estado. Como una batalla de los “transformers”, quienes se pelean entre sí destruyendo todo lo que hay en su paso: vidas y edificios. Por ello ha dicho el Presidente: Si ellos, los delincuentes, se apersonan con 30 vehículos, nosotros les ponemos sesenta, si van cien contra nosotros vamos doscientos contra ellos. “No nos vamos a dejar”.
Por ello el Gobierno distorsiona la realidad. Su historia, su narrativa la hace basada en la mentira. A fuerza de repetir que ya lleva más de 20 capos de la mafia atrapados, de los 36 que se contabilizan, ya tenemos más paz y seguridad en nuestras calles. La realidad cotidiana lo desmiente totalmente. La estructura de la delincuencia sigue tan fuerte y campante como siempre y, además, con muchas más caras: secuestros, desapariciones forzadas, extorsiones, prostitución infantil, trata de personas, robos, etc. Ojalá que las propuestas de la UNAM sobre seguridad pudieran hacer mella en el cerebro monolítico de nuestras autoridades.
Un servidor en la homilía de la Misa recordaba a ese gran campesino, el Profeta Amós, que saliendo de un pequeño pueblito denunció las injusticias… Aquí en este pueblo de la sierra, en este evento, no hay un solo Amós. Son dos, tres, más de cien Amós que le apuestan a la verdad y a la justicia. Ustedes son un ejemplo para nosotros. Son “la primera voz colectiva que se elevó en el Chihuahua aterrorizado, a pesar de que ahí, en Creel, la mirada asesina es más penetrante, más certera”, afirmaba Víctor Quintana en un mensaje que nos envió con motivo de este evento. ¡PAZ Y VIDA DIGNA YAAA!
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