Linda Flores (@Magnolisima)
“…no les bastaba con ser crueles, han creído necesario construir
una
teoría previa de la crueldad, una justificación de la crueldad
como
postulado ético.”
Jorge
Luis Borges
Desde el comienzo de la administración
calderonista se ha denunciado la existencia de un proceso de fascistización en nuestro país; claro
ejemplo se ha visto en el tema de la
desaparición, donde desde el 2006 hasta el 2011, según la Comisión Nacional de
Derechos Humanos se registran un total de 5 mil 397 expedientes de personas
reportadas como extraviadas o ausentes, de las cuales 3 mil 457 son hombres y
mil 885 mujeres -en 55 casos no se proporcionaron más datos-. A estas ausencias hay que sumarle los 8 mil 898 cuerpos
que aún no son identificados o que las causas de su muerte no fueron aclaradas.
Es importante señalar que en este registro se hace énfasis en que la mayoría de
las desapariciones ocurrieron en estados del norte del país, específicamente en
Chihuahua, Coahuila, y Nuevo León. Contando con estos datos y sabiendo que
nadie desaparece, las madres de los desaparecidos saldrán el día de hoy de diversos
estados del país para viajar en una caravana que llegue a la ciudad de México con
la intención de visibilizar la ausencia de su familiar, hablar por su
desaparecido y exigir su búsqueda inmediata. Esta acción se denomina "Marcha de la Dignidad Nacional, Madres buscando a sus hijos e hijas y demandando justicia". El nombre dice todo lo que la movilización representa y también con el sólo nombre nos hace como ciudadanía cobrar conciencia para comprometernos con las madres y apoyarlas en la medida de nuestras posibilidades. Sin embargo, es importante analizar el contexto donde están desarrollándose estos sucesos: desde hace casi 6 años el presidente Calderón emprendió lo que él mismo
denominó “La guerra contra el narcotráfico,” los resultados de esta guerra los
hemos percibido –y sufrido- con las más de 40 mil personas asesinadas, y con
las desapariciones diarias en todo el país. Estos
sucesos nos recuerdan la deuda social que sigue sin saldarse en los países de
América latina y, sin olvidar la historia contemporánea de nuestro país traemos
a nuestra memoria la guerra sucia de los años setenta. Carlos Fazio para
explicar el fenómeno de la desaparición en la guerra contra el narcotráfico afirma lo siguiente: Las víctimas entraron en el rubro de daños
colaterales. La secuencia secuestro-tortura- desaparición no representan una
falla del sistema. Es un método ilegal utilizado por agentes del Estado o
personas o grupos (paramilitares) con la aquiescencia de éste, sin orden de
autoridad competente, para frenar la acción colectiva, vía la instalación del
miedo y el terror. La razón por la que un Estado recurre a este método de
represión racionalizada se debe a su efecto de supresión de todo derecho: al no
existir cuerpo del delito se garantiza la impunidad. El desconocimiento impide
a los familiares realizar acciones legales; infunde terror en las víctimas y en
la sociedad.”
Tomando en cuenta
la explicación de Fazio, y analizando la realidad inmediata, hay indicadores
que evidencia un gran interés por parte de los gobiernos para suprimir no sólo
el cuerpo de las víctimas con la finalidad de no explicar a las familias lo
ocurrido, también la desaparición se instaura para no dar explicación a la
colectividad de lo ocurrido, además, parece que a los sistemas encargados de
impartir justicia, les es elemental que las familias de las víctimas no
externen públicamente lo ocurrido para que parezca su desaparecido se quedó en
el olvido; las estrategias que hemos visto son intimidación, miedo e incluso se
ha llegado a la difamación de las víctimas.
En tanto a la
sociedad en general, se han tratado de silenciar las opiniones criticas a la
realidad –los asesinatos de periodista dan cuenta de ello-, se han censurado
las expresiones de apoyo a las familias y, desde luego, se ha ocultado
información, por ejemplo, hace pocos días el Movimiento de Mujeres de
Chihuahua, entregó un documento en la Fiscalía General del Estado donde se hace
referencia a la negativa por parte de las instituciones encargadas de brindar
información sobre la desaparición de mujeres y niñas -así como la aplicación
del Protocolo Alba en las mismas- en el Estado, la negativa al acceso de la
información se entiende que fue porque la acción cuestionó el discurso oficial
único cimentado en no verdades. Sabemos que Chihuahua es un estado
feminicida, en donde los discursos institucionalizados dicen lo opuesto, afirmando
que no hay asesinatos a mujeres, y que los acuerdos internacionales son
respetados, dándole cabal seguimiento a las sentencias internacionales. El hecho de hacer evidente que en efecto la desaparición
de las mujeres y las niñas es una constante de la cotidianeidad en el estado,
aunado a poner en evidencia el incumplimiento de las recomendaciones
internacionales y, en sí, señalar el poco respeto que se tiene por los Derechos
Humanos, está abriendo la puerta a la critica
nacional e internacional a la forma de trabajar de los aparatos de gobierno, mismos
que carecen de una estrategia efectiva para enfrentar los sucesos violentos
resultado de la guerra contra el
narcotráfico. Como si no fuera suficiente con lo ya mencionado, la firme
amenaza de la supresión de la memoria y el registro de lo ocurrido en la
historia oficial son una constante, si entendemos que la memoria es lo que
forma nuestra identidad, nos remitimos al entero peligro del olvido, y aquí
surge un cuestionamiento: ¿qué hacer desde la sociedad frente a la búsqueda del
olvido intencionado?
La respuesta cae
en lo básico: entender que el olvido no es un derecho, registrar lo ocurrido e
intentar explicarlo, consumar acciones que permitan dejar un precedente y sobre
todo, que fomenten el recuerdo activo –como la Caravana de las madres-, y en el
caso de los desaparecidos unirnos a sus familias en su
incesante búsqueda.
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