jueves, 8 de agosto de 2013

Comentarios sobre la serie “La crisis como esencia de la experiencia religiosa”

El miércoles 7 de agosto presentamos de manera conjunta con la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh), y la Comisión Estatal de los Derechos Humanos el trabajo del artista plástico Daniel Millan, en el evento participaron actrices y activistas que hicieron una lectura de textos que complementan la obra, a la par, mujeres activistas, feministas, defensoras de derechos humanos y académicas aportaron breves comentarios de la serie "La crisis como esencia de la experiencia religiosa:


Encontrar en lo tradicional experiencias libres de estereotipos, creer en la virgen sin tener que ser virgen, poder tener fe en algo o alguien, sin dejar de ser… mujer, hombre, lesbiana, homo, bi o trans, romper con la trilogía madre-puta-santa… Eso y más contiene la serie de Daniel Millan, por ello es un aporte que es digno de ser visto.

Silvia Heredia Martínez  (España-Honduras)


Dicen que son artistas quienes expresan sus emociones y pensamientos a través de sus creaciones.
El universo simbólico en el trabajo de Daniel, el uso de tintas, pinturas y sustancias coloridas le permiten mostrar realidades que desde la metáfora enfrentan sus personajes: transgresoras, marginados sociales, seres vulnerados, y a la par de esta categorización se reflejan conciencia, identidad, dignidad y fe, elementos que bien podrían enmarcarse en la palabra “justicia.”
Daniel, quien habla desde el feminismo es consiente que “la mujer no nace, se hace,” que la sexualidad no se elige, se descubre, y por ende, el género es una construcción social. Daniel, el artista, nos permite ver el contacto que tienen con su alma, demuestra que hay violencias sobre los cuerpos que son causadas por estereotipos y fronteras imaginarias que discriminan; habla de mujeres violentadas por los roles impuestos que han desempeñado en una sociedad milenariamente patriarcal. Pero más allá de lo que puede considerarse arte-denuncia, deja claro que sí existe una vinculación entre arte, género y derechos humanos, en su lenguaje: la pintura, y entendiendo que el lenguaje es la mascara del pensamiento, me queda claro que esta serie está cargada de conciencia, de compromiso, y de un ejercicio de observación que bien puede apreciarse como una forma para decir lo indecible,  para gritar eso que nos es tan doloroso poder expresar y denunciar de otras formas.

Linda Flores (Chihuahua, México)


    
                                                                                                       "Dios ha muerto. Dios sigue muerto.
Y nosotros lo hemos matado."
Nietzsche, La gaya ciencia

La sociedad moderna está en agonía.  El resquebrajamiento no ha impactado solo al modelo económico; el colapso permite dar cuenta de la dependencia social y cultural que los estereotipos de género  han aportan en el sostenimiento del mismo.
El  señalamiento nietzcheano sobre la muerte de Dios, engloba en sí la nueva travesía de la sociedad moderna, en la cual el individuo luce como un ser desprotegido.  La caída de los dioses del mundo moderno, enmarcado en el modelo patriarcal, no ha significado la transformación de ciertas estructuras o estereotipos, por el contrario, la crisis de la modernidad se reafirma y  da golpes de supervivencia en la reproducción de los roles tradicionalmente asignados. El reacomodo social permite la incursión de nuevos referentes, de una nueva fe, pero que no cuestiona ni transforma la división social del trabajo ni las asignaciones culturalmente dadas a hombres y mujeres.
Una crisis de la modernidad, sin referencias espirituales, nos insta a indagar hacia nuevas creencias; produce como señala Lipovetsky, una crisis del porvenir, donde los individuos como seres abandonados, sin dirección, huérfanos de fe, tenemos que adaptarnos a una sociedad en constante movimiento, regida por los avances tecnológicos que mutan y evolucionan día con día y por ende, que plantean nuevas formas de moralidad en la que el individuo, alejado de la colectividad es el eje y fin principal.
Las diez piezas presentadas por Daniel Millán, evocan a aquellos discípulos herederos del evangelio que permitió el sostenimiento de  la moralidad cristiana y que hoy nos arroja a una era del vacío, con mayor incertidumbre; lo que produce una proliferación de dogmas, que contrario a lo que se pudiera esperar, realzan la división de clase, pero particularmente de género.
En un intento de sincretismo de la posmodernidad, el autor plasma con perspicacia los retos de esta nueva era, en donde la soledad y sensación de orfandad, arroja al individuo a nuevas búsquedas de identificación  y creencias  que brinden certezas. Y allí tenemos a una ama de casa que tiene bajo su mano el cuidado del hogar encomendada a "Nuestra Sra. de Peltre" , o  al padre de familia que carga sobre sus hombros la economía familiar  orando al "Santo sr. de la bujía" o una familia fracturada por la migración encomendada a "San Juan de los Mojados", estas  son algunas de las trasformaciones que Daniel  Millán retoma en sus piezas, donde la idea del progreso se ve agotada  y la fe necesita ser de nueva cuenta renovada.

Leyla Acedo Ung (Sonora, México)


La monja virreinal es la imagen de lo que el hombre espera de la mujer, lo que nos dijeron que está bien. El estar obligadas a ser delicadas, suaves, tiernas, bondadosas, sumisas, religiosas, inmaculadas, virginales, serviciales, y todas esas cosas bonitas que no sirven de mucho en la vida diaria.
El problema de la sociedad, es que típicamente nuestras madres -las cuales también entraron al rol de sacrificadas y abnegadas- nos enseñaron a rezar antes que darnos a conocer nuestros derechos y obligaciones, a lucir bonitas antes de aprender a decir "no" a una persona con la que no queramos estar, a coser y a hacer comida antes que estudiar y prepararnos, a no seguir a una persona sino a seguir una vocación, un sueño, una meta.
Muchas veces se ha dicho que el cuerpo es nuestro templo, el cual pretendemos llenar con paredes de oro y opulencia como las iglesias que tanto pelean por su estética, por demostrar poder con su apariencia, en lugar de buscar devotos que lo veneren como debe de ser.
Hay que dejar que una víbora juegue con nuestro cuerpo, saber que muchas veces la manzana sabe mejor si está llena de pecado, el poder ponernos de rodillas no sólo frente a un altar, sino ante un hombre y enamorarlo, encontrar el paraíso en nuestro cuerpo y compartirlo con quien queramos.
Por ello, debemos de aprender que la oración no va para nadie más que para nosotras mismas, para nuestro interior, el ser un espíritu emancipado, dejar de estar encarceladas por nuestros sentimientos, pero sobre todo, por nuestras culpas.

Marisol Marin (Chihuahua, México)



El ama de casa: Nuestra Sra. Del Peltre

Una mujer morena con gesto de resignación sostiene con desgano un peltre limpio con una marca roja en el centro.  En la alegoría religiosa se confunden las nubes de la anunciación con la espuma del detergente. El contraste de colores entre el vestido y la túnica concentra la atención en el peltre. La marca roja cercana a la pelvis  sugiere una  evidencia más o menos explícita a la violencia. A la vez que simboliza los roles de género tradicionales dentro de la esfera privada que son cocinar y lavar trastes por la espuma usada y el sartén que ensangrentado simboliza lo violencia de roles tradicionales de género.

La pérdida del imaginario infantil: Santa Niña Roja

Una niña con una mirada triste reposa su rostro sobre sus manos en actitud compungida. Los largos y rojos cabellos sostienen atados en sus puntas varios crayones de colores. La superposición de dibujos infantiles logra un contraste entre melancolía de la composición y la vivacidad arcaica de sus trazos. La luz de su vestido justo en la parte del vientre, como una garra expresa el arrebato de su  inocencia y de la posibilidad de poder disfrutar de la alegría de ser niña. 

El homosexual. Nuestro sr. De la Magnolia

Un cuerpo desnudo de rodillas y en tensión aparece atravesado por tres flechas. En una alegoría de la santidad, aparece flanqueado por flores blancas que parecen magnolias. La recreación del martirologio presenta un paralelo con las persecuciones de nuestros días. El rostro denota sufrimiento al ser cazado por tener preferencias sexuales distintas, el personaje logra transmitir sufrimiento y cierta rabia por ser maltratado por una sociedad que no tolera la diferencia.

La víctima del narco. La virgen de la Bala-nza

En una apelación a la religiosidad popular tan presente en las subculturas del narcotráfico, una virgen en trance extático trata de conciliar la muerte con la piedad.  El juego del rosario que se cuela entre las dos manos y un arma al parecer automática refleja la complejidad de la encrucijada. Expresando la dicotomía de la doble moral donde matar no es suficiente pecado si se reza.

El estereotipo femenino. La real coronada

Un rostro de mujer aparece circundado de una tela con dibujos constantes que asemejan la filigrana.  Alrededor, como prendedores, cuelgan de forma provocadora los estereotipos de la feminidad. En una alegoría a la vanidad, instrumentos para maquillaje y para los afeites, y siluetas femeninas voluptuosas contrastan con la sobriedad de la tela que sirve de fondo. El rostro enmarcado en esos roles de los que no puede escapar con el fondo rosa logran transmitir una sensación de derrota y sumisión ante lo impuesto. Definitivamente la mujer no es protagonista de su propia condición, esta a merced de los condicionamientos sociales que son superficiales y externos y poco tienen que ver con su poder verdadero, de sujeto transformador de su propia realidad.

La complicidad, la indiferencia ante las crisis. Santo señor de los ciegos

Un hombre ciego en posición sedente es recreado en su mundo imaginario. La alegoría con la santidad funciona como una ironía donde la quietud y la ceguera aparecen como antivalores frente a los problemas y la crisis. La violencia de los estereotipos de género no cuentan, no son observables por el Señor de los ciegos que es una representación de la sociedad: ciega, inmóvil, indiferente, frente al fenómeno. En parte debido a que la misma sociedad es causante de dicha violencia, por tanto es mejor no ver lo que se genera a través de las relaciones sociales cotidianas. El señor de los ciegos solapa la indiferencia en la medida en que hay un acuerdo implícito con todos los sectores de permisividad.


Anayatzin Ramírez Andrade (México, Colombia)


Para ver imágenes de las obras y del evento sigue esta liga: https://www.facebook.com/media/set/?set=a.491948877564744.1073741831.333784813381152&type=1

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