Hasta hace unos años no me
importaba que el 8 de marzo me felicitaran por ser mujer, obviamente tampoco
esperaba que lo hicieran porque me daba igual, y siendo honesta, mucho menos
comprendía el significado de la fecha. Sin embargo, ahora, después de haber
escuchado a madres de mujeres asesinadas, a hermanas de desaparecidos, a hijas
de desaparecidas, a amigas que han vivido violencias, a mujeres que se dicen afro, que se dicen negra, que se dicen indígena
o se dicen güera, o menona, o lesbiana, comprendí la importancia de las luchas de las mujeres, y
por ende, el verdadero significado del 8 de marzo. Fue con las mujeres que he
tejido redes con las que entendí que:
No soy a la única a quien
violaron.
No soy la única a quien le
dijeron: ¿para qué estudiar? eso es para hombres.
No soy la única a quien su pareja
maltrató.
No soy la única a quien le
dijeron gorda, flaca, estúpida o fea.
No soy la única que vivió
violencia familiar.
No soy la única que a veces no
tiene que comer en su casa y para comer tiene que trabajar en una maquila, en
la maquila donde trabajaban las mujeres de quienes encontraron sus cuerpos en
el desierto; mutilados, golpeados, sucios, enterrados.
No soy la única que desde siempre
ha pertenecido a una clase social alta pero un día puede mirar a las que no alcanzan
a acceder a lo que yo tengo, y esas, las otras, me hicieron descubrir que la mayoría
no consigue y jamás conseguirá acceder a una igualdad de bienes.
No soy la única a quien acosó un
maestro, a quien acosó y difamó –y sigue difamando- el sujeto que violó a una
mujer a la que yo acompaño.
No soy la única a quien
discriminaron por ser lesbiana.
No soy la única que tiene que
desvelarse para poderse pagar la escuela y poder ser “universitaria”
No soy la única a la que le
dijeron “vieja” y han atacado por no tener 20 años.
No soy la única a quien le
asesinaron un amigo o una amiga.
No soy la única que se hizo más
adulta cuando supo que a las “muertas” -asesinadas- de Juárez les arrancaban
los pezones y tiraban sus cuerpos como si fueran basura.
No soy la única a quien le
agarraron una nalga y el hombre en cuestión dijo: “no es para tanto.”
No soy la única que tiene una
amiga o una familiar a quien le quitaron un seno.
No soy la única a la que un cobarde
cogió (por no de decir VIOLO) cuando estaba borracha.
No soy la única que sabe que la
enfermedad es para todas y todos pero la salud sólo para un@s.
No soy la única a quien difaman
por decir lo que piensa.
No soy la única a quien le da
vergüenza denunciar la violencia a la que soy sometida.
Cuando supe lo que eran las luchas de las mujeres descubrí que: ¡SÍ
PASA!
Sí pasa que nos maltratan otras
mujeres.
Sí pasa que nos violentan por
pensar y trabajar distinto.
Sí pasa que nos agreden por no
ser como las demás (las que han trabajado derechos humanos antes) quieren que
seamos.
Sí pasa que si nos violan o nos
tocan, nos digan que somos las culpables.
Sí pasa que otras mujeres
defienden a quienes nos agreden.
Sí pasa que nos da miedo alzar la
voz.
Sí pasa que a veces para poder
ganarse un lugar trabajando con y para otras, a veces, el principal obstáculo son
egos bien gordos, y son egos y envidas de mujeres.
Sí pasa que hay traiciones entre
mujeres y que esas duelen más.
Pero también pasa que hay mujeres dispuestas a construir de manera
diferente, a construir desde plataformas autónomas encontrando la similitud en
la diferencia, sumando y nunca restando, menos denostando y difamando.
También pasa que la mirada dolida
e iracunda que unas tenemos sobre la realidad, otras mujeres la comparten; a
veces son esas mujeres a quienes asumimos como maestras y hermanas, y ellas nos
acompañan alumbrando nuestros senderos y respaldando nuestros pasos y acciones,
y a veces, a veces hasta nos encontramos hombres que se cuestionan sus
privilegios y renuncian a ellos dejando de describirnos, criticarnos y
juzgarnos, y dejan de ser “el otro” la alteridad para convertirse en
compañeros, amigos y amantes –esos de verdad, los amantes de los derechos
humanos de las mujeres-.
Así que por todo eso, el 8 de
marzo es día de conmemorar las luchas de las otras, las propias, las luchas
contra el sistema y lo que el sistema ha sembrado en nuestras mentes y
corazones. El 8 de marzo es día de mostrar sororidad, es día de cambiar desde
adentro para incidir afuera, es día de que lo “de afuera” –la pobreza, la
discriminación, la militarización, el capitalismo en todas sus formas, el poder-
nos mueva la conciencia fuerte y nos haga pensar en nuestras hermanas
desaparecidas, raptadas, violentadas, asesinadas, y alcemos la voz diciendo
“nos faltan sus risas, nos duele su ausencia y nos indigna su muerte” ¡NO A LA
TRATA¡ ¡NI UNA MAS!
Linda Flores (@Magnolisima)
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